Cuando vienes de un pueblo, en la ciudad todo brilla.
Ese fue mi problema.

Soy Manuel Castellano y fundé Cestaverde en 2006

Tenemos la fruta y la verdura ecológica más fea que te puedas echar a la cara.

Hoy, muchos eligen alimentarse de forma ecológica para cuidar su salud o la de sus seres queridos, pero para mí el motivo fue otro muy diferente. Y gracias a eso descubrí algo chocante que te comparto aquí.

Te sitúo: yo nací y crecí en un pueblecito que no llegaba a los 2.000 habitantes.

Todo el mundo se conoce.

Recuerdo llegar del cole por las tardes y encontrarme alguna sandía, unos tomates.. o una bolsa llena de lechuguitas con tierra y bichitos caminando por sus hojas.

Eran regalos de vecinos: la mayoría o tenía huerta en casa o vendían en el mercado, y hacer esto era muy común entre familiares y amigos.

En ese momento yo no lo valoraba lo suficiente, por eso no entendía esto

Cuando llegaba verano, nos visitaban los que vivían fuera por trabajo.

Eran unas 1.000 personas.

Y cuando se acababan las vacaciones, recuerdo ver a tíos míos o a amigos de mis padres regresar a la ciudad cargados con tomates, lechugas, huevos… Todo lo que el maletero daba de sí.

Vaciaban el pueblo, y no lo entendía:

“Vaya tontería, ¡si en la ciudad hay supermercados que venden de todo!”

Pero luego fui yo el que se mudó a la ciudad

Como quería estudiar informática y los únicos ordenadores del pueblo eran el mío y el de la Caja Rural, me fui para allá.

Me gustó mucho, la verdad.

Eres independiente, nadie se mete en lo que haces o dejas de hacer y tienes muchas más opciones de ocio.

Pero acostumbrado a los productos del pueblo, que yo no sabía que eran ecológicos (allí todo lo era y decir “fruta ecológica” era como decir “agua que moja”) pues cuando probaba lo que había en el supermercado… no era igual.

Y con el paso de los años, peor.

Cuando la comparaba con la comida de casa, me decía:

“¿Qué broma es esta?”

Sí, los tomates del supermercado brillaban mucho y tenían un rojo uniforme muy bonito, pero se les había olvidado un detalle:

El sabor a tomate.

Y así, me fui convirtiendo en ese visitante que se vuelve del pueblo con el maletero lleno de huevos, tomates, lechugas, cebollas… y de todo lo que mi madre me daba.

Pensé que esto mismo le podría pasar a más gente en la ciudad, me puse a investigar…

Y descubrí algo que me chocó bastante.

En los cultivos convencionales (los que no son ecológicos) la fruta se recoge verde y luego se mete en cámaras de maduración.

No maduran en el árbol, donde desarrollan su sabor. Maduran en cámaras.

La verdad, no sé cómo funciona: me imagino que controlarán que una madure antes que otra para ir sacando la producción poco a poco, o algo así.

Siendo así, no me extrañó que no tuvieran mucho sabor.

Como eso en ecológico no existe, estamos “obligados” a recogerla en su momento.

Y eso hace que, aunque no somos perfectos (a veces nos adelantamos o nos atrasamos lo habitual es que el sabor sea mucho más auténtico.

Así, tras varios meses buscando información y huertos de confianza que tuvieran las Certificaciones de Agricultura Ecológica, nació Cestaverde.com

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Un saludo,

Firma

Manuel Castellano.